miércoles, 19 de febrero de 2014

Aprender es vida

En clase de inglés, mientras me devanaba los sesos en un ejercicio de comprensión oral, pensé en el mediocre nivel de inglés que tenía y, de repente, vino a mi cabeza la parábola de los talentos que aparece en el Evangelio. A mis cuarenta y pico años, aún no me había quedado claro que si recibes algo, poco o mucho, debes multiplicarlo, que estás obligado a hacerlo, y que no vale lamentarse y no hacer nada. Ahí me di cuenta de lo importante que era aprovechar las clases de inglés, a mi edad...
La infancia, la adolescencia y la juventud son momentos de recibir talentos, de atesorar conocimientos, habilidades y valores, y es así. Recuerdo a mi profesor de Historia de la Lengua que insistía en que estudiásemos ahora, pues después con las obligaciones familiares, laborales, sociales, etc., no podríamos. Y lo que no se aprende queda vacío en nuestro bagaje como una pompa de jabón que puede explotar en cualquier momento y dejarnos en evidencia.
Nunca es tarde para aprender, es cierto, ese es el consuelo que me queda en mis clases de inglés, aunque sea arañando minutos a la vida o restando horas de sueño. Pero el momento de esforzarse es ahora, a vuestra edad es cuando hay que aprender. Por una razón poderosa: "Al negar a mi personalidad la oportunidad de un correcto desarrollo y experiencia, nunca seré capaz de contribuir al bienestar de mi familia, de mi comunidad y de la sociedad en general", en palabras del sacerdote franciscano Slavko Barbaric.
De ninguna manera caer vencidos por la desidia, la desgana, la pereza, la apatía... Sí a la diligencia, energía, motivación, ilusión, superación. La vida os está esperando y va en serio, os lo digo desde los peldaños que he subido antes que vosotr@s.

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